Carta de despedida de una nicaragüense al Compañero Ramsey Clark
Querido Ramsey,
Me hace gracia ver cómo gente alrededor del mundo se siente con derecho a reclamar un pedacito de ti como propio, pero era de esperar. Usted viajó por todo el mundo a lugares asediados, para dar testimonio, buscar justicia y promover el estado de derecho.
Cuando todo un pueblo estaba bajo el asalto de Estados Unidos, sintiéndose vulnerable o abandonado, usted brindó solidaridad, asesoría legal y compasión.
Ramsey, permítame entonces recontar algunas de las razones por las que nosotros, los nicaragüenses, sentimos con derecho de llamarle uno de los nuestros, “un hijo de Sandino”, nuestro hermano, nuestro amigo.
Llegó a Nicaragua en los primeros días. Fue justo después de lo que un amigo describió como “el mes más crudo de la siembra”, cuando las heridas de la guerra estaban aún frescas y la promesa del futuro parecía ilimitada.
Eran los primeros años de la Revolución y Daniel abrió las puertas de nuestro país. No pasó mucho tiempo para que conociera a Tomás y le preguntó… “¿Qué le gustaría hacer?”. Sin pestañear, respondiste… “Bueno, me gustaría visitar la cárcel”. Dentro de 20 minutos ambos estaban montado en un vehículo camino a la cárcel donde el mismo Tomas había sido detenido por Somoza.
Bueno, ya tenía la costumbre de visitar cárceles. Era su barómetro para medir la salud general de una sociedad.
Y lo que vio le impresionó. Al abrir el portón principal, en un momento en que los reclusos aún mantenían la disciplina militar, decenas de ex guardias nacionales se acercaron a la ventana para saludar al Ministro del Interior de Nicaragua.
Esa tarde, el ex procurador de Estados Unidos y el nuevo ministro nicaragüense se dedicaron a conversar con diferentes presos. Tomás les reiteró su compromiso de vengar sus crímenes garantizándoles a sus hijos educación, servicios de salud y seguridad. Encontraron ideales compartidos: el repudio a la pena de muerte, la necesidad de rehabilitar por encima de castigar y de garantizar un trato humano y el respeto a los derechos humanos de todos, incluso -especialmente- de los impopulares, los indeseables y los criminales.
Aquella tarde marcó el inicio de una profunda amistad, que más tarde cruzó generaciones y continuó hasta el presente con la hija de Tomás, Michelle Borge. Visitaron el nuevo monumento erigido en el Parque Central de la Plaza de la Revolución, juntos, para honrar a los Comandantes Carlos Fonseca Amador y Tomás Borge. La caricatura, la que Tomás le regaló hace varios años, estaba colgada en la sala la tarde en que nos dejaste.
Eso fue sólo el principio. Cultivaste muchas otras amistades en Nicaragua a lo largo de los años 80 y después, con “gente común”, promotores comunitarios, así como con notables como Nora Astorga, el Comandante Omar Cabezas y el Canciller, Padre Miguel d’Escoto.
Tuve la oportunidad de verle durante esos años, acompañando ocasionalmente a los miembros de tu equipo en visitas posteriores a las cárceles de Nicaragua, o encontrándome con usted en la casa de tío, el canciller Padre Miguel d’Escoto.
Mi tío hablaba con cariño del privilegio de conocerle y colaborar con usted durante más de 40 años. Esa colaboración adoptó múltiples formas y abarcó una serie de causas diferentes, pero todo ello se hizo con el telón de fondo de los esfuerzos de Estados Unidos por mantener su hegemonía imperial.
Fue a usted a quien Miguel se dirigió en primera instancia para discutir la intención de Nicaragua de introducir un juicio contra los Estados Unidos a La Haya. Luego hablaron de la invasión a Granada y del total desprecio del gobierno estadounidense por el derecho internacional. Sintieron una urgencia compartida de adoptar una postura firme para promover la primacía del Estado de Derecho en las relaciones entre los Estados. A partir de ese momento, usted fungió como su asesor personal, aunque informal, en materia de derecho internacional.
Su colaboración permanente incluyó los esfuerzos internacionales para prevenir y oponerse a la primera Guerra del Golfo. Acompañado de personas como el Padre Miguel, Ben Bella (Argelia), Tony Benn (Reino Unido) y Karmenu Bonnici (Malta), usted lideró la Coalición de Oposición a la Guerra del Golfo y de la Comisión sobre el Impacto de las Sanciones Criminales e Ilegales Impuestas por Estados Unidos al Pueblo de Irak -que mataron a más de un millón y medio de personas- y que sólo marcaron el inicio de la guerra de Estados Unidos contra ese país.
Cuando Daniel ganó las elecciones presidenciales de 2006, usted estuvo aquí para su toma de posesión, junto con viejos amigos de Cuba, Venezuela, Ecuador, El Salvador, Panamá, así como de Ghana y Zambia y otros lugares.
Durante el mandato del Padre Miguel como Presidente de la Asamblea General de la ONU, usted y su esposa Georgia leyeron y comentaron diferentes redacciones de su discurso de apertura. Usted fue el principal asesor de Miguel en materia de derecho internacional, aportando valiosas ideas sobre el conflicto palestino-israelí, la llamada “responsabilidad de proteger” -la nueva jerga para enmascarar la vieja práctica de las guerras de agresión- y la muy necesaria democratización de las Naciones Unidas.
Usted no sólo revisó y asesoró al Padre Miguel durante la redacción de su ambiciosa Propuesta para Reinventar las Naciones Unidas, sino que escribió el Prólogo y hasta involucró a su hijo Tomas, logrando que él comentara sobre los aspectos legales relacionados con la creación de un Tribunal Internacional sobre Justicia Climática y Protección del Medio Ambiente y la codificación del derecho ambiental internacional.
Cuando Daniel envió al Padre Miguel a la ONU en un intento de detener la inminente agresión de Estados Unidos y la OTAN contra Libia, ustedes se reunieron y elaboraron estrategias para introducir la ética y el Estado de Derecho en la ecuación. Y se escribieron y llamaron entre sí para compartir conocimientos y brindar apoyo moral en sus esfuerzos individuales de diplomacia ciudadana en Vietnam, Siria, Irán e Irak.
A lo largo de cuatro décadas nunca dejó de visitar Nicaragua. En 2012, la UNAN-Managua se le otorgó un Doctorado Honoris Causa en Humanidades en reconocimiento a tu vida de servicio a los más vulnerables y en defensa de los Derechos Humanos en todo el mundo. Su relación con los estudiantes no se limitó a presentaciones públicas en grandes auditorios, también incluyó diálogos en pequeños grupos en la casa del Padre Miguel.
Durante su última visita a Nicaragua, en 2014, le acompañaron su nieta Taylor, su nuera Cheryl y otros familiares. Fue un encuentro alegre y reparador, lleno de amor y admiración entre dos familias. Lo que resalta a mi memoria fue nuestra visita a los alfareros en San Juan de Oriente; largas conversaciones y la exploración en Selva Negra y, como siempre, se incluyó una visita a Los Pipitos. Recuerdo nuestro gran deleite al ver a una hermosa niña con sus trenzas y su traje folclórico bailar “El Solar de Monimbó”. Cómo radiaba cuando la aplaudíamos al final. Cómo le devolvimos la sonrisa, disfrutando todos de su éxito. Nuestra última noche, celebramos una misa en el rancho del Padre para recordar a su hijo Tom y a nuestra amiga Bárbara, quienes fallecieron el año anterior. Los lazos forjados en esa visita continúan.
Ramsey, yo tuve la suerte de verle en su apartamento de Nueva York en varias ocasiones desde entonces, incluso en la tormenta de nieve de 2018. Hablamos del movimiento por los derechos civiles, vimos un documental sobre Vincent Van Gogh y comimos perritos calientes y un helado.
Ramsey, eres parte de nosotros y, por ello, somos mejores.
Vaya con Dios mi amigo.
Sofía
Managua, 12 de abril de 2021
Sofía M. Clark es politóloga y ex diplomática nicaragüense. Forma parte del colectivo del Centro de Estudios para el Desarrollo Miguel d’Escoto Brockmann de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua en Managua. Fue jefa de gabinete adjunta de Miguel d’Escoto durante su gestión como presidente de la 63ª sesión de la Asamblea General de la ONU (2008-2009).